Me reconocí en tus ojos de atardecer
Y me nació la luz de la noche eterna
Infinita, profunda, sosegada.
Me reconocí en tu voz de océano interminable
Y se me abrieron las vidas
Eternas, sin hora, sin día, sin lugar.
Me reconocí en tus manos de flor nocturna
Y se me entretejieron los sueños
Vivos, diversos, inquietos.
Me reconocí en tus labios de torrente perenne
Y se me desbordaron los deseos
Renacientes, penetrantes, afanosos.
Me reconocí en tu cuerpo de luna divina
Y descubrí el misterio que se recubre en mi esencia
Me ahogué en el orgasmo de tus caderas
Y me revelé mujer amando tu cuerpo de mujer
Desnuda y frente al interminable universo.
Escrito por: Lavinia Artiga
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